sábado, 15 de octubre de 2011

La timidez


Un rubor que invade las mejillas, el sudor frío en las manos y la frente, los latidos que se aceleran, un nudo en la garganta, las mandíbulas apretadas, los molestos gases en el aparato digestivo, temblores, algunos tics y un sin número de síntomas difícilmente controlables, invaden con frecuencia a los tímidos más problemáticos cuando se encuentran ante otras personas.
Es, en realidad, un conjunto encadenado de manifestaciones psicosomáticas que las personas tímidas tratan de esconder. Y, ante el evidente fracaso de su propósito, las cosas empeoran aún más. Si no sabe ubicarse y actuar en una reunión de amigos o de trabajo, por ejemplo, en un principio se ruborizará. Pero esto no es lo peor: al darse cuenta de que llama la atención, el rubor aumentará; si, además, alguien le hace la observación de que se está poniendo colorado, terminará por vivir el encuentro casi como una tragedia.
La timidez siempre está relacionada con el contacto social. Por eso, hay muchas y variadas situaciones en las que la persona tímida puede sufrir con el contacto humano: encontrarse a solas con alguien en el ascensor, hacer una pregunta en público, efectuar una reclamación en un restaurante, devolver una prenda en la boutique, iniciar una relación de pareja,… Ahora bien, ciertos niveles de timidez pueden incluso resultar atractivos porque despiertan en los demás sentimientos de ternura, ante la manifestación de  debilidad y necesidad de protección que emana una persona tímida

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